(en el siguiente extracto, el terapeuta bioenergético Guy Tonella expone su concepto del Si-Mismo, que golpeo fuertemente mi cuerpo y mente por las recurrentes correspondencias con distintas lineas y corrientes varias que ven al ser humano desde una visión multidimensional, tal como los ocho minicerebros de Timothy Leary expandido luego por diversos autores–y también por ser un paradigma con una cuota de humanidad importante dentro de su simbología)
El Sí-mismo es una interface entre lo biológico y lo social. Se construye en la encrucijada de los procesos biológicos que lo sustentan y de los procesos interpersonales que le dan subjetividad. Es el lugar de convergencia fenomenológico entre los fenómenos instintivos y los fenómenos socioculturales.
El cuerpo propio es la primera manifestación del Sí-Mismo que surge. Es la primera realidad subjetiva del Sí-Mismo y la base de su desarrollo.
Por ejempo, la regulación del sueño en el lactante se somete inmediatamente por una parte a sus mecanismos hereditarios neurobiológicos, por otra parte a las normas sociales subjetivas de sus padres. Lo mismo ocurre con la regulación de su alimentación y su expresión física y emocional en las distintas interacciones (contactos, cuidados, juegos..). Estos vínculos con el medio ambiente humano subjetivizan el soma provocandole al ser un cuerpo propio, como suelo abonado para la aparición de la conciencia subjetiva y la intencionalidad.
Blake (2002) pone de manifiesto que a cambio, estas primeras modelizaciones sociales modifican los procesos neurobiologicos somáticos .causan cambios estructurales y funcionales al nivel de las conexiones entre neuronas. Concretamente, las experiencias emocionales modifican las células del hipocampo, las más sensibles a las experiencias emocionales, y mejoran la eficacia de las sinapsis. Por otra parte, las vivencias de apego modifican los circuitos límbicos-frontales, implicados en la modelización de la «sensibilidad».
El Si-mismo se define como un conjunto funcional resultado de la cointegración de cinco funciones: la función energética, la función sensorial, la función motriz, la función emocional y la función de percepción/representación.
Cada función del Sí-mismo apoya la siguiente y se apoya sobre la anterior. Las variaciones que se producen en una de las funciones del Sí-mismo causan variaciones en el conjunto de las demás funciones, como una ola que se desplaza. Por ejemplo, «Al pasar por el cuerpo, decía Lowen, las olas respiratorias activan todo el sistema muscular».
La función energética es la sede las variaciones cuantitativas de la excitación, que estimulan la vitalidad y la motilidad del Sí-mismo bajo forma pulativa y vibratoria. La modulación de los flujos energéticos produce fenómenos de activación/desactivación. Son regulados por las necesidades biológicas y modelados por el medio ambiente familiar.
La función sensorial, por sus manifestaciones cualitativas, desempeña el papel de conciencia primitiva del Sí-mismo. Su expresión es controlado y modelada por el medio ambiente familiar: por ejemplo, el binomio elemental dolor/placer se somete inmediatamente a un conjunto de normas de expresión, aprobadoras/desaprobadoras.
La función motriz es doble. A través de los ajustes de su tonicidad postural, ofrece la sensación de «envoltura tónica» o «frontera» consciente del Sí-Mismo. Por los ajustes de su tono muscular, desempeña el papel de preparador del Sí-mismo para la acción y la expresión. La función motriz apoya la construcción de patrones de conducta y patrones posturales consustanciales al Sí-Mismo y modelados por los intercambios interpersonales.
La función emocional desempeña un papel de expresión y comunicación subjetiva con el ambiente social. Por sus manifestaciones emotivas corporales, desempeña un papel catártico de regulación del Sí-Mismo. Por su modo de afectar, desempeña un papel de elaboración psíquica de la información cognitiva.
La función de representación, por su sistema de imágenes y señales linguísticas, da un significado a las experiencias energéticas, sensoriales, motrices y emocionales. Las codifica, las simboliza y las vuele comunicables verbalmente. Garantiza la capacidad del Sí-Mismo para reflexionar sobre Uno-Mismo y sobre el mundo.
Cada una de estas funciones participa en el autoconocimiento, desde el nivel más elemental (la sensación vital de existir físicamente) al nivel más complejo (la conciencia de tener un espíritu para Uno-Mismo). Sin embargo, la integración del Sí-Mismo depende de los enlaces que se construyen entre estas funciones.
Guy Tonella, Paradigmas para el Análisis Bioenergético al Alba del Siglo 21